lunes, 21 de abril de 2014

El último pase

   Sería jueves. Por supuesto que no me acuerdo con exactitud pero me da que era jueves. Los días, antes, no estaban tan delimitados en laborales y festivos. Ya sabes, la insensatez, la energía juvenil. Así que sería jueves o lo mismo era martes. Al caso le es indiferente. 

   Habíamos ejecutado con prestancia nuestras actuaciones sonnycrockerscas acabando en La Escuela, verdadero templo de la movida segoviana (ay, aún aquí). "Al suelo, al suelo". No había mucha gente aún, solo los habituales, el que me llamaba Burguitos, La Moco... y a estos poco les sorprendían nuestras mañas. Aprovechamos así pues el espacio disponible, optimizando los recursos en lo que quizá fue nuestra mejor interpretación. Nos bebimos, por lo tanto satisfechos, un par de güisquis con cola. Quizá para celebrar que nos cortábamos la coleta para tales payasadas. No nos dijimos nada, Jimmy y yo, pero ambos sabíamos que la broma había terminado. 

   Para subir desde La Escuela a la parte amurallada de la ciudad existe una escalera amplia como las de Roma, cómoda por sus huellas anchas y sus peraltes menguados de nariz roma. Ah, los peldaños, cuánto misterio encierran. Lleva, la escalera, al Salón de la Reina, ya lo hemos contado. Y de allí, por un callejón que bien podría llamarse de la Luna, alcanzamos la Calle Real.

   Y en maldita la hora. 

   Debido al esfuerzo o quizá por hallarnos absortos en nuestros pensamientos, íbamos callados. 

   Bajaban por la calle en ese momento un grupo de media docena larga de jovenzuelos que casi al pasar a nuestro lado dijeron: "Mira estos". Y nos dieron una paliza.



 

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