miércoles, 24 de abril de 2013

Laxe

   Quizá no te esperabas otro título gallego. Pero ya ves, estoy exprimiendo el periplo. Incluso igual me da para dos gulliveres.



   En cuanto despegó el avión con mi hermano dentro, mi padre mejoró notablemente. No quiero ver en ello una relación causa-efecto. Lo achaco más bien a las casualidades de la vida y a que los Hoyuelos somos bastante ciclotímicos. Lo mismo nos da que no, que todo lo contrario.

  Los restantes días, sin el afán excursionista del Rodolfo, los hicimos más tranquilos. Partidas de cartas con los paisanos. Paseos por los alrededores. Eso sí, nos dio tiempo a acercarnos a Laxe, pueblo del que me habían llegado rumores. 

   Allí era, allí es donde me gustaría pasar mi último otoño, allí quiero esperar a que llegue el largo invierno.

   Quizá se deba esta fijación, que siguiendo la tradición familiar nunca cumpliré, a la fuente que me lo había chivado, mas no recuerdo quién fue. O quizá se deba a que en el rato que estuvimos nos dio el tiempo justo para quedarnos con ganas de más. Mi padre nos había acompañado motu propio, así que cuando dijo que estaba cansado y que le apetecía regresar, no nos hicimos de rogar. 

   Para ahondar en mi incongruencia, ya que imaginarás que el pueblo de Laxe no es gran cosa. Lo más reseñable de lo que vimos fue una iglesia sin demasiado abolengo. Su interior, en cambio, era muy cuco y estaba bien cuidado. 

   Existen en mi vida lugares así, en los que con nada más estar se me cargan las pilas. Noto que me entra la energía por la planta de los pies. Sí, es algo eléctrico. Mi hermana Bego diría que es puro magnetismo, las fuerzas desconocidas. Me pasa siempre que voy al Lago de Sanabria. Me pasa en la Playa de los Locos de Suances... Ahora que lo pienso, todos son lugares con agua en abundancia. Uno de mis últimos psiquiatras creo que ya me lo recetó. Lo que me pasa es que a los psiquiatras les veo loquitos incompetentes. Y se lían ellos solos en sus explicaciones. Mons (ese no es loquito, es locazo, enorme, excesivo) siempre me hablaba de tirarse a una piscina de agua helada y de comerse sapos. Ni la primera vez llegó a impresionarme. Y luego, no sé cómo no le daba coraje verme bisbisear al mismo tiempo que él sus mantras, que si los sapos, que si la piscina. Es absolutamente inútil acudir al doctor cuando te encuentras bien. Pero ellos te van citando cada pocos meses, siempre coincidiendo con los principios de las primaveras y cuando los otoños ya están metidos en faena y han cometido sus estragos. Igual lo hacen para curarse un poco ellos, por retroalimentación. El último se empeñó en que dejase de fumar. Me dio sus remedios, que tan bien le habían funcionado. Y lo primero que me preguntaba en cada consulta era "¿Cuántos tizones te has fumado hoy?". Era un cretino integral que se creía a sí mismo. Ya lo que me faltaba. Dejé de ir sin avisar. ¿Para qué?, si me encuentro tan bien. Lo que no sé es a cuál acudiré si me da la pena negra, que no lo permitan los dioses.



   Para hoy no tengo música pensada, así que me acercaré a los cedés y a ver que pesco.

   Dios mío. ¿Cómo es posible que no te haya traído aún a RADIOHEAD? Ahí te dejo taza y media, para que picotees de aquí y de allá. Es el Sonido.









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