lunes, 15 de abril de 2013

No suele utilizar Gulliver este espacio para sus asuntos más personales, como habrás visto en esta ya extensa travesía. Pero hay veces...

Como me conoces bien, ya lo sabes, soy de cerebro tardo y poco elaborado, así que despacho las cuitas de un amigo con cuatro lugares comunes y una sonrisa que me sale mueca. Y silencio largos. Pensándolo, recuerdo cuando personas muy queridas me tomaban por su consejero y secretario, que ya sabes que viene de secreto. Tenía una alocada y falaz confianza en mí mismo, se ve, para lidiar con semejantes responsabilidades. Llevaba la ventaja de viajar siempre con un libro de consejos en la mochila. Como lo sigo teniendo, te pongo aquí los que me han salido cuando los he invocado de tu parte. 

Deja que se cueza en su propia salsa. No des tu brazo a torcer. Da un portazo pero no cierres todas las puertas. No digas nunca la última palabra. Gasta tu tiempo. Que te venza por convicción y no por fatiga. Y si al final de la última gota de energía caes rendido, piensa que nadie sabe dónde habita la felicidad.



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