viernes, 19 de abril de 2013

Madera de mar -Lección 2ª-

    Todo el interior de la casa en la que vivimos esos días en Lires estaba recubierto de unos listones recios de madera clara. Se veía que era una madera dura, de grano fino, propio de árboles de desarrollo lento. 

   Nos pasamos un par de días elucubrando sobre su procedencia. No era barato pino pero por el color y la veta tampoco parecía ser de roble o encima. El experto en estos temas era mi padre pero harto tenía él con sus oclusiones. Así que para solventar nuestras dudas preguntamos a los dueños del lugar. Nos dijeron que era madera de mar y ante nuestras muecas de perplejidad solo se encogieron de hombros y se miraron pícaros. Luego nos enteramos de que todas las casas del pueblo se habían buscado idénticos materiales para el aislamiento y la decoración.
 
    El mar te lo da, el mar te lo quita. Así que los paisanos se acordaban mejor de las fechas de los peores naufragios que de las que celebraban a su santa patrona. De las primeras, además, retenían más datos. Y así, un 5 de diciembre el Casón se fue al fondo y 23 tripulantes murieron. O aquella vez en la que 172 marineros ingleses del Serpent se ahogaron a escasos metros de la playa. "¿Y eso cuándo fue?". "¡Bua! Iso foi hai moito tempo". Tampoco faltaban los que más duelen, que son los muertos propios, rara era la casa que no tenía a quién recordar. 

   El mar cabrón que te quita pero del que hay que vivir. Y así no es de extrañar que cojan la madera que flota, después de auxiliar a los supervivientes. Como tampoco te extrañas de que por la noche se vayan las luces del pueblo y solo se vean nerviosas luciérnagas corretear por la playa. O aquel amanecer, que apareció con el mar atiborrado de 12 millones de naranjas marroquíes que flotaban como patitos en una bañera. Luego que son como son, los gallegos.



   Hoy toca gran canción, Luis. Recuerdame que te explique  el porqué.



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