lunes, 22 de abril de 2013

Peregrinación (con mi padre a rastras)

   A mi hermano Rodolfo se le acababan las vacaciones. Le tocaba regresar. Su avión salía del aeropuerto de Santiago por lo que decidimos ganarnos un cachito de jubileo y que nos fuesen concedidas algunas de las indulgencias. No sé porqué pensamos que mi padre estaría encantado visitando la tumba del Apóstol.  Quizá por su ferviente catolicismo, que practicaba con devoción. Quizá por cómo le vimos en lo que para Rodolfo fue la última cena gallega. Fuimos al que se había convertido en nuestro lugar habitual. Y habían preparado caldo gallego. El caldo gallego lo que menos tiene es caldo. Eso sí, tiene de casi todo lo demás. Mi padre nos llamó locos, nos mostró, calibrando con sus dedos, lo que había conseguido con gran esfuerzo ese día y repitió que iba a estallar. Echaba la cabeza para atrás y se ponía la mano en la barbilla. "Estoy hasta aquí. Hasta aquí estoy de mierda". Así que se pidió una tortillita de espárragos, rogando a la cocinera que se la hiciese huequita. Siendo como son y con sus costumbres, no creyeron preciso preguntar y le hizo, la cocinera del mandil, una tortilla de ocho huevos y un manojo entero de espárragos tiernos. Mi padre puso el grito en el cielo pero ya le iban conociendo en el lugar. Se comió la tortilla y pidió que le sirviésemos un cacito del caldo. Con lo cual, los psicosomatizados fuimos nosotros. 

   A la mañana siguiente, mientras el resto se ponía jacobeo, él decidió que se despedía de su hijo allí mismo, en la casa de Lires.Tuve que usar mis prerrogativas y dicté la última palabra. Aún hoy me parece increíble lo mal que lo pasó. Existen testimonios gráficos. Le hicimos entrar a la catedral y allí que se nos sentó, en uno de los últimos bancos. No quiso pegarse los cabezazos, venga, papá, un par de croques al Santo. No se acercó siquiera a tocar el Sepulcro. Y en cuanto nos descuidamos se salió a la calle. A esperarnos sentado en las escaleras de piedra. Ahora que lo pienso, igual es que estaba enfadado con Dios. No le faltaban razones.








 






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