Oye, ya llevo unos días así y no está nada mal, lo de vivir como un ser imaginario. Me siento muy redimido del pesado yugo de la responsabilidad cotidiana, ese bichito llamado Conciencia.
Mi mundo se ha vuelto más gaseoso y liviano. Menos católico, apostólico y romano (esto por la parte de llas cicatrices de a infancia). Mi cuerpo, otrora macizo, compacto, se divierte y mariposea ligero, prácticamente ingrávido. Las fronteras que antaño constreñían las ansias de mis alas (estas, claro, en sentido figurado) se han borrado de mi vista cual utopía cumplida.
Te puedes permitir lujos como andar sobre arenas movedizas con la misma soltura con la que Dios hecho Hombre anduvo sobre las aguas del Támesis. En contrapartida, se espera de ti que te pases el día bailando con los brazos en alto. Los brazos no pesan pero, claro, por otro lado está la estética. Y esta, la verdad, no se ha reconsumido ni perdido prestancia por mucho que seas el Imaginado.
Las órdenes son de fogueo, los golpes de trapo.
La sonrisa, esta sí, de verdad.
Hola, Luis, ¿se me ve? ¿Estás tú convencido de mi existencia?
Se acabaron las prisas. Y la polución. Y las medicinas para no sé qué. Y los chirridos y otras clases de ruidos molestos. Se puede elegir el tamaño de las cerezas y el tipo de letra.
Se acabaron los cables y otras molestias. Los descascarillados y las flemas. Los rotos y los descosidos.
La verdad es que es todo un plan.
Por no perder del todo la chaveta, por la noche me hago real un rato. Y me acerco al espejo del baño a comprobarlo. Me acerco mucho para encontrarme imperfecciones. ¡Tantas! Los ojos reflejados no me mienten. Eres un jodido villano, me dicen. Yo les digo que sí, que un lobo. Y poco de fiar. Pero se me nota en la risa contenida que lo digo de mentiras, que lo digo en bromas.
En casa todos duermen y yo allí mirándome.
Quizá sea el mejor momento para ponerte una canción.