Con la nueva adquisición mejoré mi estatus notablemente ya que se trataba de un automóvil de fabricación inglesa, nada menos, un Rover, por puntualizar, también entradito en años pero en un estado de conservación bastante aceptable. Ignoro de qué tipo en concreto se trataba. No logro recordarlo ni aún mirando modelos antiguos en internet. Bien pudiera tratarse de un 420, aunque no pondría yo la mano en el fuego. De lo que sí me acuerdo es de su color cremita, muy sufrido para mis escasos miramientos, y de que en el interior de las puertas tenía unos detalles ornamentales de madera. Qué prestancia. Me duró el resto de mi estancia en Valladolid e incluso un par de años más, viviendo ya en Burgos. También lo dejé bastante machacado. Tuve la suerte de coincidir su dada de baja con el momento en que nos fuimos a vivir a Cardeña, pues no hubiera aguantado demasiados trayectos. Siempre he pensado que compro los coches no de segunda sino de penúltima mano, no sé si me explico.
Después vino el ZX que tan bueno me salió y el Mitsubishi que ha hecho cambiar mi forma de conducción. Me parece que parezco un camionero, tan arriba del asfalto. Pero a esos dos ya les has conocido y no hace falta que te cuente.
Terminaré, pues, este apartado automovilístico con una pequeña anécdota que habla mucho de cómo soy, a veces, de animal. Pero creo que lo dejaré para la siguiente entrada, que no sé qué hago con mi vida pero no me da tiempo para nada.
Hoy va un vídeo que, según me aseguran, fue el primero de toda la historia de la industria musical. Vete a saber.
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