No volví a tomar un volante en mi vida. Hasta que, terciada ya mi estancia en Segovia, Pepe vino a solventar esa mácula en mi currículum.
Todo comenzó en uno de nuestros múltiples viajes de ida y vuelta a Burgos, el lugar de nuestros amores. No te digo más que, un poco antes de llegar a Pardilla, justo al dejar atrás el cartel verde, indicador de que entrábamos en nuestra querida provincia, apagábamos el radiocasete y entonábamos en el tono más grave y circunspecto que nuestras cuerdas vocales nos permitían "El Himno". Íntegro.
"Tierra sagrada donde yo nací,
suelo bendito donde moriré".
"...robusto poema tallado en granito
cual timbre glorioso de nuestro blasón".
"Salve tierra adorada de mis amores
salve cuna sagrada de mis mayores".
Así en ese plan.
El resto del trayecto nos dedicábamos a berrear lo más florido del pop español de entonces. Recuerdo con especial cariño la del "Tonto Simón", de Radio Futura, ya que, una vez, al poco de empezarla, comenzó a chaparrear y el coche de Pepe hizo perfecto un aquaplaning. Enmudecimos mientras dabamos un giro exacto de 360 grados por la carretera. El auto se detuvo, enfilado de nuevo hacia nuestro destino. Sí, reinaba el silencio. Pepe pisó el acelerador y empezamos otra vez a cantar por donde lo habíamos dejado.
"Ya se retira el sol y los hombres acechan
sentados en la puerta del bar..."
Recuerdo también otra ocasión, que nos aventuramos en una tarde de gran nevada. Ay, juventud insensata. Seguro que ya existía la AEMET, que entonces sería instituto o subsecretaría pero que avisaría a los usuarios del peligro. Andarían las prediciones por el medio metro de altura por lo que en ningún momento se veía el gris de la carretera. Ni casi las señales de tráfico, del pedazo de nevadón. Fue una de esas ocasiones en las que, una vez superada la prueba, mirabas a Pepe y no te quedaba otra que sacudir la cabeza, reconociéndole el mérito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario