jueves, 3 de octubre de 2013

Un alto obligado en el camino

   Llegados a este punto de nuestra narración, creo conveniente parar la historia como hacen en algunas películas. Ya sabes. Arriba, a la izquierda, la paloma detiene su vuelo en mitad de la nada. Al humo del cigarrillo del protagonista se le hielan las volutas. La Vespa que pasa por la calle, en primer término, manejada por una jovenzuela con el casco enorme y colorido, se mantiene en un extraño equilibrio, tapando de nuestra vista, sin ella pretenderlo, casi el cuerpo entero del camarero que está derramando una bebida de cola sólida como el mercurio (y yo me entiendo) en un vaso de hielos cúbicos como el azar. Quizá sea lo más curioso de la estampa, la desfachatez de la espuma de la bebida, paralizada, contranatura. 

   Dejemos así pues a Pepe y a las chicas, alborotados en la mesa camilla. Dejemos también a Cuchi, que estaba a punto de acabar de besar al Marino, que simplemente se deja hacer.

   Y puntualicemos, maticemos, y a la vez conjeturemos. 

   Lectores habrá que intenten precisar, casi científicamente, el porcentaje de verdad y de mentiras que se incluyen en estas páginas. Estarán en su derecho, pero por mor de facilitarles la costosa tarea, Gulliver ya ha puntualizado en algún momento que un 37%. Una cantidad exacta de desmemorias, locuras, sueños, deseos y paparruchas. La dosis adecuada, le ha parecido al que esto escribe, para mantener a la vez la tensión y la credibilidad.

   Ya que, en el fondo, ¿qué es la mentira?, ¿qué es la verdad?




   Hoy te vas a la Sierra, de visita expost o como las llaméis. Vas con inspectora y ya sabes cómo se las gastan. Así que saldréis prontro. Espero que los tejemanejes en los que se ha metido el muchacho navegante no te despisten de las vistas. Espero que no os llueva y que veáis el millón de colores que veía yo cuando iba al pueblo de mi madre en estas fechas. Los amarillos, los rojizos y los ocres. Mi padre, que era guarda pero que de árboles sabía lo imprescindible, le echaba la culpa a los fresnos. Y bien puede ser. 


   Espero también, que, por el camino, tararées sin darte cuenta la canción que ahora te pongo y que a mí me gusta mucho.





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