El violinista en el tejado del País de la Música (pop)
Gulliver caracterizado de gnomo, para esta ocasión.
Érase una vez un gnomo. Estaba pirado, como todos los gnomos. Era más pequeño aún que los habitantes del País de los Enanos (algún día, amigo Gulliver, te dejaremos contar historias de ese país hermano del nuestro, ¿verdad, Luis?). Cómo no, nuestro protagonista vivía en una seta muscaria. Le gustaban las inalcanzables mujeres, las mujeres inalcanzables para él y su estatura, para nosotros y nuestra estatura, también. Así que sábado sí y sábado también, se quitaba el chandal y se vestía de antes y terciopelos, se colocaba ladeado el gorro con los cascabeles y se daba dos pellizquitos en las puntas de las orejas, para hacerlas más puntiagudas y para hacerse él más peliagudo, también. Se ponía, así pues, el disfraz para que todos le tomásemos por un gnomo de jardín y le dejásemos en paz.
Ese día viajó a lomos de un paraguas hasta las nubes bajas. Y se dejó llevar. Las nubes bajas, como faltaba a la cita su amigo el viento, estaban perezosas así que le transportaron a un cercano lugar. El gnomo dio un saltito hasta el tejado de la Casa con un Violín en el Tejado. El gnomo no sabía tocar el violín ni silbar pero de debajo de su gorro con cascabeles le creció una bellísima canción. La cantó y la tocó como buenamente supo. De repente, la casa estaba rodeada de mujeres inalcanzables que, con deleite, le escuchaban.
El gnomo se llama Andrew Bird y la canción A nervous tic motion of the head to the left. Que aproveche, querido jefe.
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