Viajamos con facilidad en el barco de Gulliver. Es una suerte.
Y así, si ayer estábamos en los sixties, volamos hoy hasta músicas del primer lustro de este milenio. O lo que es lo mismo, pegamos el brinco desde la ermita de Silos hasta el centro cívico Río Vena. Casi haciendo el mismo trayecto motero que Pepe el Guarda, sí, mi padre, que aún vivía en esos 2000 y poco, aunque ya más como vejete encogido y un poco pirado (era que le daba ya bastante igual el qué dirán) que pasaba los semáforos en rojo y llevaba bombones a sus amigos enfermos cuando estaban ingresados. Siempre haciendo la visita del médico. Debe de tener su aquel genético lo del no molestar.
Lucía empezaba entonces su etapa educativa en el colegio Jueces de Castilla. Y cuando la recogíamos, a media tarde, si el tiempo no animaba a ir a los columpios, solíamos acercarnos a ese centro cívico a por algún cuento y a rematar la escasa tarea que entonces les ponían.
El Río Vena de fiesta (que por algo le llaman "cívico"). |
Es la encargada de la zona del centro dedicada a biblioteca, cine y música. A mí me sonaba ya de verla por este pañuelo que es Burgos. Como decimos siempre, "de por la Llana". Quizá un par de años mayor que servidora, pelo corto como un chaval, ojos negros color diluvio, líquidos, metal en constante ebullición. Jerseys de punto hechos a mano. Trato con los niños (con la Pollo se hizo ya el primer día) y raspa con los macarrillas que intentan subirse a la chepa. Y además, especialista en música electrónica. Una joya, vamos. Y si encima de todo, cuando le dices alguna estupidez para conquistarla te mira como preguntándote por semejante estupidez, pues qué más quieres, Nicomedes.
Me descubrió auténticos tesoros no necesariamente electrónicos. Yo también le enseñé de lo lindo. Le grababa cedés con lo más bonito de lo más raro, por enfurecerla. Y a veces, lo conseguí.
Una temporada desapareció porque estaba "malita". Nadie concretaba pero yo sabía de qué iba su mal. Tenemos este tipo de enfermos un sentido extra para reconocernos entre nosotros, aunque no te lo creas y pienses que ya está el jodido de Jose con sus teorías. Y luego volvió pero ya no llegaba al centro un duro para música. O los tiempos, que se aceleraron. Y había que llegar pronto a casa a hacer los deberes, que así se llama también a la tarea, y muy apropiadamente, además.
La cosa es que dejamos de ir. Deje de ir al centro cívico y lo que me está apeteciendo es acercarme ahoritita mismo. Tú que eres sabio, ¿abren ahora por la tarde?
La verdad es que no te tendría que haber contado todo esto ya que, un buen día, Yolanda se puso seria, pero seria de veras, y me dijo: "Guárdame un secreto".
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