Los gulliveres se me aparecen en sueños. ¿Qué otro modo sino habría de seguir siendo fiel a esta cita diaria?
Y ya sabes cómo son los sueños. No pienso ponerme freudiano pero son la leche. Hablo más que nada de su organización y puesta en escena. Tengo mis serias dudas sobre la veracidad de ese rumor compartido de que van en blanco y negro. O quizá es que esté chocho perdido y los que sueñan así son los perros. No me hagas mucho caso.
Mucha gente habla en sueños. Lucía, sin irme a buscar más lejos. Es un poco grimoso porque cuando les contestas no sabes muy bien a quién lo haces. A mí es que no me sale nada natural el habla cuando me meto en el sueño de Lucía y, al final, el que no sabe quién es soy yo.
Los sueños de mi Pollo son en dibujos animados, algo que me despista un poco, nada más llegar. Pero enseguida suelto el ¡yabadabadú! y me tratan allí como en casa. Todos menos ella, que, ya te digo, está cambiada. No sé si más mayor o con una lucidez extraña y con muy buena puntería. Así que no me quedo mucho rato allí.
En cambio en mis sueños no me queda otra que quedarme. Menos mal que los tengo surtidos y hasta los repetidos me parecen distintos.
Antes me sabía de paporreta las cuatro fases del sueño, más la fase REM, y cuál de ellas era la más propicia para tal estado. Pero eso de nada vale en la práctica.
Pues como te decía, estoy chocho perdido. Voy y cuando sueño se me confunden los personajes y pienso que Gulliver es el Capitán Trueno o que yo soy Shrek. Nada grave pero dificultoso para el correcto transcurrir de estos enredos.
Sin ir más lejos, el otro día, el Marino no era Gulliver sino Peter Pan y la que vino de visita no era su hadita Campanilla sino Lady Stardust. Nada menos. Y su novio Ziggy, de parranda, sin enterarse.
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