martes, 19 de marzo de 2013

No todo es mentira (2. Marineros del Mataviejas)

   Es la leche. Con lo que me gusta a mí mentir y se me cuela por las rendijas del gulliver un montón de verdades como puños. 

   Una característica de la madurez (como mero transcurso del tiempo, no como meta alcanzada, que eso yo creo que no lo haré nunca, no sabré hacerlo), una de sus principales características, decía, es que los días se acortan. Sí, vale, siguen teniendo sus veinticuatro horas con sus mañanas, tardes y noches, pero duran la mitad. Eso es algo que debe de agudizarse con el paso de los años. José era el herrero del pueblo. En Cardeña hay más herreros, tres o cuatro, pero el herrero era él. Era el padre de un amigo y de regreso de mis caminatas a veces le encontraba sentado en el poyo de su casa, al lado del taller, y charlábamos un rato. Pues no había cosa que más le fastidiase que lo cortos que iban haciéndosele los días. Él lo sabía ya desde chaval, cuando le agarraban de la patilla los viejos de entonces y le decían que para él un día era un año pero que para ellos, desgraciados, infelices, un año duraba solo un día. Y lo malo es que se fue dando cuenta de que aquello era verdad, que era lo que impepinablemente pasaba. 

   Otra característica de la madurez, tomada de la misma forma, es que llevabas tiempo pensando que el pasado te lo ibas fabricando con el mero vivir y te vas dando cuenta de que es al contrario. Y te van llegando paletadas de evidencias y cada vez a una frecuencia mayor. Y como las evidencias no solo te llegan a ti sino a los que tienen tu edad y muchas de ellas son las mismas, aquello empieza a ser memoria colectiva.

   A mí me influye mucho según qué memoria colectiva. No por nada. O no por nada de lo que sea yo consciente. Es como una presión en el buche. El buche, según la sexta definición de la RAE, es el lugar en el que se finge que se reservan los secretos. Va a ser por eso. Y cómo es la RAE, si a veces parece wikipedia. 

   La memoria colectiva me va llegando por varias vías. El cumplir este año medio siglo ayuda bastante. Ya hay fiestón en ciernes y la verdad es que lo temo. A lo del fiestón se une un reencuentro de los ex alumnos del Cardenal López de Mendoza y eso ya me da directamente pánico. Hoy me comentaba un compañero del café que él lo celebró hace ya un tiempo y fue para llorar y no echar gota. Yo, como tuve varias quintas (te recuerdo que fui uno de los educandos más duraderos del centro), me he quedado con el año en el que coincidí con Tobi, curiosamente también con el hijo del herrero del que te hablaba y con un montón de queridos mastuerzos más. Todo empezó con la intención de hacer una comida para compararnos las calvas, las barrigas y los achaques pero la cosa creció y creció y ya tenemos hasta página de facebook para remezclarnos las nostalgias. Mis recuerdos, como se reparten en más años, son más escasos y menos precisos. Digo yo que será por eso. El Gulliver es el tercer proveedor de memoria. Lo digo siempre. Lo que empezó siendo una broma ha terminado en una hiperautobiografía a más no poder. Casi al psicoanalista modo. Broma infinita.

   Y como todo en el mundo, al menos en mi mundo, es fractal puro y duro, los citados desencadenantes se multiplican, ramificándose hasta llegar a la madre que lo parió. Y de las fiestas llegan las vidas de los amigos que fueron, cada una de sus vidas, aquí o allá, y de cada amigo, encima, llegan otros agarrados del hombro, con sus vidas a cuestas, y a este paso vas a tener gulliveres hasta el día en que me muera. 

   Y si, además, los gulliveres van también desmadejándose en mil cachos, voy a necesitar cientos de vidas para poder dejar en claro todo lo que se debe contar. Todo lo que debe ser contado. Qué mareo. 

   Aquí te dejo una buena prueba de todo lo que te estoy intentando decir, en su verdadera magnitud. El Mataviejas era entonces un río que hacía más honor a su nombre. Ya ves, uno que es de Burgos pero con una inequívoca pasión marinera. Ah, si no me marease hasta en el tren de la bruja.




   Aquí te los presento. El del timón no es otro que Armando, al que te presenté en dibujo de historieta. En las calderas está Esther, grumete donde las haya y hermana del capitán. Y el que disfruta de las vistas y de la brisa marina, en la cubierta de babor, no es otro que una servidora.

   Hoy nos acompaña una canción que habla de todo esto que se me pone en el buche. Canta una señora que es medio diosa, eso sí. Cultura (pop)ular.






1 comentario:

  1. Introduzco este breve comentario, tardío y sin animo de nada mas que eso de que sea un comentario, preguntándome si realmente el mundo es un pañuelo, las casualidades existen o no y si un clavo (literario en este caso) sustituye a un martillo golpeando insistentemente lugares sensibles en recuerdos ya olvidados de personas que el tiempo a convertido en posiblemente otras personas.
    Que envidia que me daba tu maravillosa melena (sin acritud), en aquellos tiempos a mi no me dejaban disfrutar de esa posibilidad y evidentemente ahora esa posibilidad es cuanto menos improbable.
    De nuevo gracias (aunque involuntariamente, o no ?) por traer trozos de un maravilloso pasado de tiempos que aunque no mejores, fueron maravillosamente entrañables.

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