lunes, 4 de marzo de 2013

La memoria

   Te hablaba el viernes de mi mala memoria y como hoy estoy vagazo total, me he acordado de un "proyecto literario" (toma ya) en el que, a través de la mirada de un niño, intentaba explicar las potencias del ser humano, al modo de las redacciones escolares. En uno de los primeros capítulos se hablaba precisamente de la memoria.





LA MEMORIA



            Lo mejor de la memoria es que a menudo las cosas se te olvidan. Menos mal, que sino... Yo muchas veces no sé si una cosa se me ha olvidado o es que nunca la he sabido. Yo creo que la memoria es así o por compasión o porque el mundo funciona de esa manera. Las cosas que se olvidan pasan a formar parte de la memoria colectiva que es la que todos tenemos y no es de nadie únicamente. Mi madre me dice que esa memoria la tenemos desde antes de nacer cada uno pero no sé, de eso tampoco me acuerdo. Puede ser que sí.



            Yo a la memoria me la imagino como esas colchas que se hacen con trozos de aquí y de allá. Todos los retales son muy diferentes y muy raros y vete a saber de donde han salido y además no pegan ni con cola pero después la colcha es bien chula y yo creo que hasta abriga más. También me la imagino como una partitura.



            Da un poco de cosa pensar en lo grandaza que tiene que ser la memoria colectiva, da como mareo, porque somos muchos y a todos se nos olvidan cosas, me imagino, y ya sólo en mi clase somos más de treinta y pico, eso sin contar con Jacinto Morquecho, que aunque está en la lista no viene nunca porque está enfermo y tiene que quedarse en la cama. No le conocemos ninguno pero aún sin contar con él somos ya un montón para que se nos olviden cosas.



            Yo, por ejemplo, me tengo que haber olvidado de muchísimas cosas antes de acordarme de la primera. Lo digo porque de la primera cosa que me acuerdo es de una en la que ya tenía lo menos tres años. De antes no me acuerdo y tuvieron que pasar muchas cosas porque ya era como tres años de grande y estaba ya hecho, mucho más que un niño bebé que parece una morcilla con poca masa, arroz, sangre y cebolla y más cosas que se les echa a las morcillas, porque los niños bebés tienen rollitos y michelines y arrugas en los muslos y eso es porque tienen que hacerse más grandes y si no explotarían o se les saldría la masa o algo.



            Yo de lo primero que me acuerdo es de mí mismo. Es lógico, si me paro a pensarlo, porque si no cómo me iba a acordar. Iba por un pasillo bastante oscuro. Lo mismo no era oscuro y me lo imagino yo así o lo mismo es que se me está olvidando el recuerdo por las orillas. Así que no sé si había puertas a los lados del pasillo pero al final sí que había una y bien grande, de ésas que se abren por la mitad para los dos sitios y además para delante y para atrás. Me había salido un bulto en la garganta pero por fuera, encima del cuello y no sé de qué tamaño porque no me acuerdo y después tampoco me lo han dicho o si me lo han dicho ya no me acuerdo. Tampoco sé que había dentro del bulto, me imagino que quistes. Pero me lo tenían que quitar por medio de una operación así que eso que había detrás justo de la puerta grande era el quirófano.



            Yo no sé pero para mí que el médico era muy malo porque me hizo mucho daño y además mucho rato. Como que intentaba las cosas de varias maneras pero no a la vez sino una detrás de otra. O será que la medicina ha adelantado una barbaridad después de mi operación. Por de pronto yo entré andando y no como ahora pero es que ahora lo hacen por si te resbalas o te mareas o las dos cosas y te tienen así que pagar mucho dinero o a tu familia, así que ahora te ponen tumbado en una camilla y un enfermero que esté fuerte te lleva por todos los pasillos. Pero yo me entré andando con las dos manos cogidas, de mi padre y de mi madre me imagino porque eso tampoco lo veo aunque mire para arriba del recuerdo. Mi madre dice que todo me lo imagino o me lo invento. No se lo cree pero entré andando y además me sentaron en un sillón igual que el del barbero y también me pusieron una sábana blanca pero no para recoger pelos porque era mucho más grande y apretada y no podía así mover los brazos ni nada. Y además había dos chicas que eran enfermeras y tiraban de la sábana para atrás así que no les veía la cara y tampoco me podía volver para mirarlas o para otra cosa. Y el señor que era el médico vino con un instrumento y no me acuerdo de la forma porque además son muy raros esos instrumentos y además muy parecidos los unos y los otros aunque valdrán para cosas diferentes. Y éste no sé para que valía pero hacía mucho daño y mucho rato y aunque yo decía ¡para!, ¡para! él seguía. Ahora ya no tengo el bulto pero sí una cicatriz pequeñita que si me río con la boca abierta se me arruga. Y ya no me duele nunca.



            Cuando se lo cuento a mi madre no se lo cree y me dice que me lo invento y que qué ocurrencias. Y me dice que no era una sábana sino una toalla porque salí con los pelos chupados del sudor y yo le digo que si estaba dormido y anestesiado entonces para qué iba a sudar si a los anestesiados no les duele.



            Y lo que menos se cree es que el quirófano era rojo, dice que tienen que ser verdes, que les ponen así en todos los sitios, como el campo pero en más pálido porque así son más relajantes y miras a las paredes o al techo o inclusive a la bata del médico y te olvidas o te vas como volando. Y será porque se me ha olvidado pero el techo y las paredes eran negros o no estaban y todo lo demás, pero todo, de eso sí que me acuerdo, era rojo.



            Sí, sí. Al final todo era rojo y me dicen que no puede ser así, que no hay quirófanos rojos y me pienso que pudiera ser la sangre que me salía por el bulto y me dicen que no, que estaba anestesiado que es como dormido pero que además no te acuerdas y a lo mejor es por eso, que como era la primera cosa de la que me acuerdo es como que con la anestesia me pusieron el interruptor de acordarse en un sitio o en otro, en encendido o apagado, y como de antes no me acuerdo y me dieron el interruptor con la anestesia pues de eso sí que me acuerdo. O algo así.


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    El (toma ya) "proyecto" incluía también la imaginación, la emoción, la autenticidad, el nombre de las cosas y un montón de historias más. Tenía el forzado y pretendidamente humorístico título de La cadena simpática, por lo que supongo que está escrito en mis pinitos como estudiante de psicología a distancia. He estado releyendo algunas páginas y se me ha juntado el rubor con la nostalgia.

 


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