Fue la primera vez que entendí el concepto de la palabra sadomasoquismo. El pedazo de cabrón.
jueves, 21 de noviembre de 2013
El sobrino
Los domingos a la noche, cuando llegaba a Segovia, Cuchi me esperaba ya acostada. A veces me sorprendía en la cama, en la oscuridad de la habitación, otro cuerpo menudo. Era su sobrino, al que había rescatado del frenesí de su hermana y su cuñado, los padres del chaval, que pululaban por la ciudad como fantasmas histéricos en busca de sus dosis. Así que el chaval era hosco y pendenciero. A sus tres años ya no había quien hiciera carrera con él. Con nosotros medio se comportaba. A veces hasta jugabamos como niños de tres años. Pero había que estar siempre al tanto, ya que no conocía la palabra gratitud o la tenía tan cubierta por otras menos amables que le costaba, al chaval, le costaba. Recuerdo un día. No haría mal tiempo porque estabábamos en un bar en la calle. En Segovia es frecuente que los bares tengan una ventana que dé directamente a la barra y desde allí, te sirvan las bebidas. Después de negociaciones y algún ruego, Cuchi se rindió y sentó al niño en esa barra. Como era muy parlanchina en seguida estaría embebida en alguna conversación con amigos. Yo simplemente observaba. El crío me miró y después me desafió con la miraba. Y acto seguido, dándome un tiempo precioso pero no el necesario para reaccionar y llegar hasta él, se dejó caer desde allí, pegándose un buen batacazo.
Fue la primera vez que entendí el concepto de la palabra sadomasoquismo. El pedazo de cabrón.
Fue la primera vez que entendí el concepto de la palabra sadomasoquismo. El pedazo de cabrón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario