viernes, 29 de noviembre de 2013

No adivinarme (antiprescencias)

   No me gusta saber del futuro. Ni tan siquiera imaginarlo. No quiero ir comprobando antes de tiempo (antes de que ocurra) cómo van doliendo más los huesos, cómo van menguando los ya escasos músculos (tensándose), cómo se va llenando mi cuerpo de pequeños y no tan pequeños dolores e incapacidades en lugares de los que desconozco (en el ahora) hasta su existencia. Llegar a arrascarme cada vez menos cacho de espalda, tener que tomar asiento para enfundarme los calcetines sin demasiado peligro. Que el frío se vaya infiltrando cada vez más adentro y el cansancio se haga grandote y se cuelgue del cuello y lo más liviano se vuelva tan complicado...

   Podemos también, en este festival de la alegría, meternos en los jardines de los deterioros mentales. El olvido, la desidia, las rencillas, la locura, la pérdida de la razón entera. O que no se dé del todo esa pérdida y nos lo notemos pero no seamos capaz de compartirlo. 

   Las caídas, las incontinencias y las impotencias, el hartazgo de los cercanos.  



   Joder, macho. Casi que nos quedamos en Segovia otro rato.








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