No es así difícil de llegar a conclusiones de este pelo: todo yin tiene su yang y también, claro, viceversa. El yang es el cacho masculino del asunto, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. Mientras, el femenino yin tiene su ser en la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción.
Siempre he pensado en el sexo como, entre otras cosas, un compuesto de dos acciones bien conjuntadas y hasta abiertamente complementarias. Y estaba disgustado con nuestro idioma por primar a una de las partes.
Aborrezco el lenguaje no sexista. No puedo con los a/o, as/os. Pero me extrañaba que a un idioma tan antiguo y completo, tan vivaz, tan competente, le faltase una manera de definir medio componente de algo tan importante en la vida, de ese afán tan deseado por los humanos.
¿Sería, como casi siempre, mi ignorancia?
Cosas en las que no tienes porqué pensar. Ya.
Tenía claro que el hombre penetra. No termina de gustarme el verbo, por sus contonaciones belicosas, rudas, pero así es la vaina. Algunas veces he optado por la variante "entrar", que conllevaría su contrario, el "recibir". Mucho mejor "recibir" que "tomar"."¡Tómame, tómame!". Para mear y no echar gota.
No sé quién me ha mandado meterme en semejantes zascandileadas pero, chico, cuando un asunto de este cariz se introduce en mi agujereada cabeza, ya puedes ser lo imaginario que quieras, que aquello no deja de bullir. El hombre penetra en la mujer. La mujer lo recibe. Suena muy moro, qué quieres que te diga. Las mujeres no reciben sino mucho más. No simplemente se dejan, por decirlo fácilmente.
Gira y gira el Gulliver en su búsqueda. Cuando eso ocurre es peor ya que las ideas le vienen en tropel y no hay quien las separe, las ordene, las ponga en fila india para poder pasar lista.
Y va y de repente, como el reflejo del sol en un cristal lejano, cristalino, la coges a la idea por la pierna. La coges por el hilo de la madeja y al final no resulta ser tan buena pieza pero hete aquí que, ¿cómo no?, existía la respuesta. Precisa, atinada, aunque hay que reconocer que tampoco, como palabra, muy bella.
-o-
Cuatro nuevas canciones de los Pixies. Veintitantos años después. Te pongo hoy una antes casi de escucharla yo.
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