No vayamos a suponernos que el Marino desconoce la inexistencia del futuro. No es tan incauto. Pero le pasa que con tanto contar (y callar) de los tiempos pasados y presentes, con tanto trajín de aquí para allá, le da que en ocasiones se pasa de frenada y siente que está escribiendo desde un concepto ficticio, desde un ilusorio lugar que, por ser irreal, no contiene nada, solo le contiene a él.
Por no haber, no hay allí ni problemas.
Tiene, a veces, Gulliver una muy sentida sensación de que sería incapaz de escribir ni una sola palabra si allí no se encontrase.
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