El gulliver se retroalimenta. ¿No hablábamos hace unos días de unas mellizas idénticas de pelo punta? Pues va el chaval y se pasa toda la noche (esta noche) con una de ellas, la sonriente.
Como es en sueños, se dan los trajines acostumbrados, de acá para allá. En esta ocasión el decorado es una rara mezcla de la calle Calvario y el Montmartre parisién. Lugares en cuesta, en cualquier caso, y muy propensos a salir en las noches laberínticas del marino.
Por no dilapidar el sueño, el niño no despega su mirada de la cara de la niña. Ambas están cerca, que es buen modo de buscar atropellos o al menos intensidad. Sí, Luis, otro sinsentido, que así son los sueños de nuestro protagonista.
O a lo mejor solo se trata de esa estrategia del chaval de solo acordarse de lo sustancioso, desterrando de su memoria las partes cotidianas y más narrables. Que igual da el mundo sea cual sea la trama. Sobre todo si tenemos un estilo de la hostia.
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