jueves, 27 de febrero de 2014

Los novios de Coco (1)

   Parece el momento adecuado, este, de hablar de Coco y de sus novios.

   Primero intentemos describir a Teresa, que ese era su nombre de pila, ignorado por casi todos. 

   Coco era... un sueño hecho realidad. Estatura considerable, unos ojos grandes, amplios, brillantes como la luz, cómo no con un iris azul rebordeado por unas espesas pestañas negras. Pelo de Cleopatra, a juego en el color con las pestañas. Unas tetas considerables que simplemente subrayaban su carácter singular. Vestía como en las revistas. Era sumamente pespicaz, despreocupada e inteligente. Supongo que no es extraño que estas cualidades vengan de la manito, que dicen los argentinos. Agítese con cierta mesura y saldrá que también, por ello, tenía un sentido del humor apabullante. Cuando la conocimos, Jimmy y yo nos quedamos de piedra. No nos atrevíamos ni a acercarnos. Oficiaríamos luego de incorregibles payasos para poder tragar saliva. Y así, poco a poco, fuímos haciéndonos amigos. 


   Coco venía con pareja de función. Rubia, solo un poco más baja. También guapa y también de Santander. Se llamaba Marta y bueno, su humor era más socarrón, su perspicacia menos atinada. A sus tetas se les notaba más el sujetador, por así decirlo.  Cuántos hubieran matado por sus cariños. Pero a Jimmy y a mí... por simple comparación... Al final, no descarto yo que fuese este el motivo (las comparaciones, que son odiosas), Marta acabo anoréxica perdida, con unas depresiones de caballo y tirando por la borda toda la belleza que por natura atesoraba. Pero esa es otra historia. Otro cuento triste cuya narración dejaremos a otros, por no abarcarlo nosotros todo.

   


  






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