-Este es José María, nuestro nuevo galeote.
Sí, no tenía demasiada gracia en las venas, el bueno de Alfredo, pero no por ello dejaba de intentarlo a cada rato.
Quizá fuese ese el momento en el que aclaré que podían llamarme como más les placiese pero que nadie en mi vida me había llamado así sino era con fines aviesos. Y que me podían decir, si así gustaban, "Jose", sin acento en la 'e' .
Tendríamos que volver sin mucho tardar a este asunto de los nombres, a la importancia de llamarse de una determinada manera. Justo de esa manera. Donde cuenta (y mucho) hasta una tilde colocada fuera de lugar. Pero creo que ahora es conveniente no salir de nuevo por peteneras y contarte de aquel paseo por el Monasterio que nos dimos Mariano y yo.
Mas será la próxima semana, que anda Gulliver en otros trajines más urgentes, que no de mayor importancia.
-O-
Por endulzar tan abrupto final, un final tan interruptus, pondrete una foto y, como casi cada día, también pondrete una canción.
Ambas las elijo suaves, quizá sanadoras de mentes tensas o de malas ideas.
-O-
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