jueves, 6 de febrero de 2014

Por la tangente / Primer día

   Ves, Luis, a lo que me refiero. Acabo de llegar a esa última estación, la ultima piedra antes de saltar a la orilla del regreso, con su Penélope y la cama de uno mismo. Y otra vez me voy por la tangente y vuelvo a mi Burgos y sus gemelas idénticas. ¿Qué tendrá Valladolid para producirme la necesidad de huir hasta de su recuerdo? Quizá me sirvan esos gulliveres resbalosos y zalameros, escurridizos, para enterarme yo mismo, para arreglar algo roto en mi interior que ni conozco, que vagamente intuyo pero que... no sé.


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   Cuando llegué por primera vez a mi destino pucelano, estaba todo manga por hombro. De mudanzas. Estructura nueva, jefe recién ascendido, equipo de confianza. Había reparto de despachos, un millón de cajas de archivo por todas las partes. No me esperaban. Es curioso. Nunca me han esperado en ninguno de los trabajos a los que he llegado. Con lo que no sabían muy bien qué hacer conmigo. 

   Por fin, el flamante nuevo jefe de los deportes y la juventud castellanoleones tuvo un rato. En mi vida me habían soltado un discurso tal. Agotador. Y eso que iba preparado para cualquier cosa. Que a la capacidad de sorprenderme le había subido bastante el umbral por el mero transcurso del tiempo. Todo era de un buenrrollismo arrollador. Un equipo formado más que por compañeros, por amigos. Una máquina perfectamente engrasada para funcionar sin un chirrido. Lo que menos deseaban era que llegase una zorra al gallinero, que se encastrase en el grupo una manzana podrida que, ya sabes lo que pasa, José María, termina estropeando el cesto entero. Y papatín y patatán. Yo no abría la boca pero mi mirada no podía sino trasmitir la alta dosis de incredulidad que sentía hacia lo que estaba oyendo. No podía ser cierto que hablase de mí, ¿qué había hecho yo en tan escaso periodo de tiempo para que Alfredo (así se llamaba mi nuevo jefe) y su equipo entero de amigos, de más que amigos, me tuviesen en tal elevado concepto? No fue ya casi hasta el final, sus buenos cincuenta minutos después, que me aclaró, con verbo florido, que todo aquello eran suposiciones y ejemplos, o una manera de romper el hielo. Y que además tengo un montón de cosas que hacer y (esto te lo digo, José María, ya como una confidencia) ya te habrás dado cuenta de que no soy muy gracioso incluso cuando me lo propongo. Su pelo, duro pero lacio, ya mediado de canas; su barba del mismo tono, cuyo bigote ocultaba casi por completo su boca; sus profundas, casi talladas ojeras así lo hacían pronosticar. No sé si se lo dije. Esto de las presentaciones se le da mucho mejor a Mariano, también me confesó. Y le llamó por teléfono para que viniese a por mí.


   Mientras esperaba, allí sentado, mirando cómo Alfredo, mi nuevo jefe, trajinaba entre las cajas, buscando algún papel urgente, no pude sino pensar que aquella hora de perorata, aquella hora larga y cansada, no había sido sino una sesión de entrenamiento para él. Que me había tomado como sparring para futuros encuentros y seguro que más cruentos choques en otros foros diferentes, con la prensa o en la presentación de la programación de las actividades de ocio y tiempo libre en el verano del 1994, que la Junta (esa madre) ofrecía a sus vástagos. 

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  Hoy nos regalamos un temita de Actress, al que no conocía siendo como es "el gran innovador que ha tendido el techno en lo que llevamos de década", o eso dicen los críticos. La verdad es que no está mal, aunque escuche, allí al fondo, como el soniquete de discurso que me echarón aquel lejano día .








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