jueves, 13 de febrero de 2014

Cuestiones de trabajo

    El día de mi presentación, después de apurado aquel vino tinto  tan rico y quizá un par de ellos más, me mandaron para casa antes de que el reloj de la entrada marcara la hora de salida. 

   Y ya sería al día siguiente, que nos metimos en harina. El jaleo de la mundanza laboral persistía por allí, dándole al asunto un aspecto de entre camarote de los Marx y patio de la vivienda de Tócame Roque, ahí en la calle de Barquillo. Intenté hacerme un islote de paz en aquel caos y me dispuse a cumplir con los deberes que Alfredo me había encomendado. Tal era su modo de expresarse (tanta preocupación detrás de unos vanos intentos de ironía) que a mí, aquello me pareció casi una misión.

   Era la época del año en la que se publicaban todo tipo de ayudas para promover el deporte y tener encauzada a la juventud y a sus hormonas castellanas y leonesas. Las órdenes de convocatoria estaban ya redactadas y a punto de mandarse al Boletín. Así que tenía yo solo un par de días o tres para incluir en las mismas lo que me pareciese conveniente. Bueno es que no me pudo la responsabilidad. Ya que aquello tenía pinta de juego de mesa, de sopa de letras, de mecano que construir y despiezar y volver a montar. Y fueron tantas las chorradas que se me ocurrieron (no era deportista pero, sí, ay, entonces era joven), fueron tan severos los cambios en las baremaciones, tan numerosas las nuevas actuaciones,  que aquel año la publicación se retrasó un mes y fuimos toda la campaña de culo. En algunas de mis ocurrencias metimos profundamente la pata pero otras tuvieron gran aceptación y aún se conservan. Lo primero, te imaginarás, fue un cambio de look por la vía del peinado de la terminología. Nada ya de "campamentos", que tenían que evocar en los paganinis padres de los chavales tiempos infaustos, sino algo tan etéreo como un "Verano Joven". Con actividades dirigidas a propósitos o a gustos concretos. Multiaventura, senderismo, talleres (de fotografía, del barro, hasta de cometas o de atletismo, mira tú, un taller de atletismo), actividades de tiempo libre. Jo. Da un poco de mareo recordar que todo esto proviene de allí. Y encima éramos masocas. Pasamos en unos años de las cuarenta ofertas a casi trescientas. Más pequeñas, eso sí, pero mejor llevadas. Salimos de los albergues de la región para irnos a lugares de playa, incluso al extranjero. Había dinero y se aprovechaba bien. Podían viajar por diez mil pesetas una semana larga a París, por poco más se pasaban quince días navegando veleritos en Somo.



   No digo yo que me crea el inventor del ocio moderno, ni muchísimo menos, pero sí que se me infla un poco el orgullo por haber formado parte de un grupo tan trabajador, tan imaginativo y a la vez tan heterogéneo. Y cuya máxima era "ni un charco en el que no meterse hasta las trancas".







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