lunes, 24 de marzo de 2014

Asuntos primaverales

    Son días raros estos primeros de la primavera. Además de contento por el aumento de la ración lumínica diaria, que le viene perfecto a mi alma, se nota uno enardecido, y esa es postura placentera por propia definición. 


   Como estas cosas tan así son contagiosas o porque todo chisque sufra las mismas inferencias, ves por la calle un aire más amable y abierto. Le ves a la gente como con ganas. 

   Y luego está eso de que te ocurran cosas raras. Exentas de peligro, nimieces sin sentido y que no sabes de dónde han salido. Nada comportan pero nada exigen. Y lo único que te llevas a casa es una pequeña sensación de regocijo.

   Por ejemplo: llevo un par de días con un apellido en la cabeza. De vez en cuando me viene y  tiene un pronunciar bien sonoro. Es como cuando Arquímedes exclamó sapristi o algo parecido que exclamó. 


   No tengo ni la más remota idea de qué pinta esa palabra allí, en mi mollera. Ignoro también cómo es que vino la primera vez, qué diosas la invocaron. Sé que así se apellidaba un futbolista de hace mucho, probable jugador de la Real Sociedad. No conozco a nadie más que se llame Satrústegui.



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