lunes, 24 de junio de 2013

Anda a vueltas Gulliver


   Anda Gulliver a vueltas. Sobre si continuar con su periplo segoviano o quedarse en el presente en el que se ha instalado tan ricamente. Pero, resuelto como es, la duda le ha durado unos segundos. Aunque hubiese sido más cómodo, más fácil, decide que hay que dejar al presente macerar, fermentar, coger grado y forma y poso y esa pátina que el tiempo da, todas esas cosas, para ver si fue para tanto.


Son luciérnagas, Luis. Todavía hay esperanza.
   Se pierden, de tantos, los recuerdos segovianos. Se mezclan y desordenan. Se bajaran. Vino Jimmy. Entró en escena Pepe, que ya estaba por allí, con su novia Lina, camarera de La Escuela. La Escuela merecería un tratado aparte, en estas crónicas del bloguero Gulliver. Y no descarto que algún día, si aún me quedan las fuerzas necesarias. Digamos por ahora que era un local enorme, con tremenda barra y, al fondo, un escenario en el que he visto desde a Paul Collins hasta a un amigo de nombre Carlos bajarse los calzoncillos ante una audiencia desatada. Qué perra la gente con bajarse los calzoncillos. Y como va la temporada de prendas íntimas, también te diré que en La Escuela, en una de mis primeras visitas, una camarera que contestaba al mal nombre de La Moco, prometió enseñarme las bragas todos los días que allí acudiese. Y no faltó nunca a su palabra. Voy a detallar la secuencia, para hacerla creíble, porque aquello muy normal no era. Pero, eso sí, en el próximpo gulli.



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