viernes, 28 de junio de 2013

La montaña de la Mujer Muerta. Más días.

   Esto de la Mujer Muerta es un recuerdo tranversal. Dichos recuerdos, según Iain Percy, suelen ser de menor intensidad pero más prolongados en el tiempo. No es este el caso en lo que se refiere a la fuerza con que ahora los siento. 

   Recuerdo a mucha gente que hacía tanto y tanto tiempo que no pasaba ni un segundo por mi cabeza. Qué gozada, el Gulliver, qué regalos me trae. Gente normal y gente rara. Parejas imposibles que, hasta media tarde, guardaban elegantes los modos. Días enteros Jimmy y yo solos. Qué cortos se hacían. Qué grande se va construyendo así, sin quererlo, la amistad. Recuerdo también muchos regresos, con todos descansados, satisfechos, andandito en fila india por las sendas. No sé de dónde, pero era entonces que empezaban a aparecer las vacas. Siempre había uno que decía que había que mirarlas a los ojos, de frente, por suponerse así los animales que detrás de nuestra silueta se alargaba un cuerpo de caballo. 



   Hoy, sobre todo, tocaba presentarte a Cristina. Pero te vas de vacaciones. Y me da no sé qué empezar y quedarme con la miel en los labios. Quizá solo apuntar que era La Lirio de la Piquer. Igual de guapa, pero más lista. Y más buena, que eso sí que está difícil.

   Subimos a la montaña a consumar nuestro primer amor. Con mucha premeditación y más alevosía. Fue fuerte. Ya te contaré a tu regreso.   

   Pero mientras, sé feliz, muy feliz.









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