Así que preveo gulliver corto, hoy, y plagado de insensateces. Y encima me levante retrechero. Ya sabes, Luis, lo insensato, si breve, dos veces insensato.
¿Dónde estábamos, Gulliver? Ah, sí, en el País de los Gigantes y sin visado. Que no nos pillen los malos que nos extraditan.
Lo malo de ir viviendo despacito es que vas aprendiendo las cosas poco a poco. Está bien ir aprendiendo cosas y darte cuenta de ello. Te crees como más importante. Casi dios menor. Luego hay momentos en que no aprendes nada y te das perfecta cuenta, también. Y más si duran trece meses. Así que no es de extrañar que en este alocado viaje en pos de las delicias, nos saltemos de un brinco todo el trozo relativo al Servicio Militar Obligatorio. Qué año más tirado a la basura. Y especialmente en lo que concierne al universo del sexo. Y encima vine pocas veces de permiso. No me extraña que nos diesen bromuro. Menuda olla a presión, si no, el cuartel. Ingobernable. Lo bueno de todo esto, triste consuelo, es que la mili ya no existe.
El hecho de haber eludido con tan fina cintura ese ingrato y yermo cacho de la vida de uno bien se vale por un gulliver. Y además, qué joderse, Luis, que estoy con resaca y sin ninguna entrada para días venideros. Y a estas alturas de curso, eso acojona.
Acabo de recordar que al menos, en la Granada donde hice de soldadito, teníamos a los Police.
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