- Claro que me acuerdo.
En las noches largas, cuando ya ni se sienten deseos de dormir, Gulliver habla de tú a tú con su estampa. La estampa se le parece mucho pero es más sabia, más valiente y tiene mejor planta. A veces Gulliver quiere ser ella y otras se caga en su estampa. Él, en cambio, es más prudente. Y más ladino.
Le viene bien al muchacho tener cerca a su otro yo, cuando le caen los recuerdos a tropellón. Intentan entre ambos ponerles su poquito de orden y cordura. Y a veces los que se vuelven locos son ellos. Y pelean y se abroncan. Digno de ver.
Verdad será si lo dijo el Manco. "¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!".
Ya, Luis, ya. Hoy tocaba Elena. Pero he decidido pararme un día a respirar. He estado mirando mucho rato allá. Allá a lo lejos. Después se ha levantado un viento cabrón, que me ha traído más recuerdos. Así no hay manera, Luis. Además, venían los recuerdos montados en extraños pájaros y cuestionaban mis deseos y mis certezas con miradas insondables. Cuestionaban hasta mis dudas. Y eso ya no. Lo que me faltaba.
Hay días que, conforme transcurren, van adquiriendo una textura especial, muy poco aerodinámica.
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