Flaco Jiménez es un monstruo y un dios, en aquellas tierras, que hace, en un par de canciones, que todo tenga mucha menos importancia. Y solo con un acordeón.
Con esto de las celebraciones me han venido a ver muchos fantasmas. Por persona interpuesta. Tenemos ya un amplio grupo en el facebook. Y entre ellos se encuentra la persona con la que tuve mi primera relación "madura" aunque si nos atenemos a los hechos, de ello no tenía gran cosa. Le mandé un "hola, chica guapa", en ese plan, y me contestó (busco, por hacerlo literal): "Ha sido pura casualidad! Despues de tanto tiempo!!!!! Me alegra haberte encontrado espero q las cosas t vayan bien . Bs". Me quedé llorando tres minutos. Seguidos. Luego se ve que se lo pensó y se puso más amigable. Desde entonces que la tengo castigada. Lo malo es que así me lapido a mí mismo. La verdad es que estoy buscando algo bonito que contarle. Ella fue la persona por la que, hoy es el día, intento poner todas las tildes a las palabras, cuando escribo. A ella una vez le di a leer un cuento que quizá tenga guardado por ahí, diciéndole que lo había escrito García Márquez. Ella fue la mejor reina de la mejor fiesta de todas las fiestas que se han celebrado y se vayan a celebrar en todos y cada uno de los institutos. Sí, yo también estaba extrañado de poder tener como amorcito a semejante persona. Empezamos como amigos y, quizá por ello, nos tratábamos con excesivo respeto. Perdimos ambos la virginidad, creo, en una excursión de fin de curso, en un hotel de Mallorca. Ella, muy brava, lo primero que hizo fue preguntarle al Carpintero, profesor de historia y responsable del viaje, si podíamos dormir en la misma habitación. El Carpin tuvo que ir a enterarse no sé dónde pero la respuesta, como era previsible, fue negativa. Yo creo que lo preguntó nada más por decir: aquí estoy yo. No le pegaba nada pero, claro, a mí me gustó.
Lo hicimos la primera noche. Mi amigo Santi, el hijo del herrero, hacía que dormía en la otra cama. No, si yo me quedo sopa con la radio puesta. Estuvimos torpes, muy torpes. Los nervios. Pero lo pasamos bien. A la mañana siguiente salió del armario, ignorante, todavía borracho, Lozano, que hoy da clases muy serias en Obras Públicas. Había dormido la mona en el estante de arriba, el de las mantas.
Releo esto, por rematar antes de colgártelo y aunque lo escribí hace sólo unos pocos días, cuánto ha cambiado el cuento. Y por lo tanto tendría que contarlo de otra manera. Lo cual me da, ji, ji, para otro gulliver.
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